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  • Foto del escritorAdelitaSM

Sonidos Mudos De La Desaparición Forzada.

Entro en llanto al recordar los sonidos de la GUERRA. Aun escucho sus gritos. Aún siento el olor de su ropa. Aún tengo la esperanza de su regreso a casa. Me retumba su canción preferida en mi cabeza. ¿Dónde están? ¿Quién se los llevó? ¿Por qué a mí? ¿Y el Estado por qué es cómplice? Todo me sabe y huele a sangre, a frialdad, a soledad, intento resistir, pero es imposible, porque la guerra no ha terminado y sigue latente, a diario nos siguen matando. La historia de Colombia se resume en los cementerios, allí han quedado los abuelos, padres, hijos y nietos de la guerra. Después de la guerra, quedan las resistencias qué surgen para reconstruir la memoria histórica, reconstruir la historia desde nuestra lucha por un país en paz. La resistencia desde el arte, desde el telar, desde la fotografía, desde el respirar, el grito es imparable porque queremos que los que se han hecho los sordos nos escuchen y nos digan la verdad y respondan por nuestros desaparecidos, por nuestros muertos, por nuestra tierra. Recopilación de Fotografías “Padre, Hijo y Espíritu Armado” de Álvaro Andrés Cardona[1] (2008)


Historia no contada.



A pesar de que se han documentado de diferentes maneras los primeros hechos de la desaparición forzada en Colombia, es importante reflexionar que posiblemente este crimen había sido utilizado anteriormente de manera reservada por diferentes agresores, toda vez, que este es un delito silencioso que fácilmente se puede camuflar con otros hechos violentos, como el secuestro o el asesinato, lo cual permite que se genere una falsa expectativa en la que juega el tiempo, la incertidumbre y el positivismo de pensar que la ausencia fue decisión propia, o que la persona se encuentra bien a pesar de que posiblemente esté viviendo una situación de vulneración de derechos.


La desaparición forzada en Colombia surge entre el año de 1970 a 1981, señala a los agentes de seguridad del Estado y a las organizaciones paramilitares de la época como responsables de este crimen de manera dominante, cuando esta comenzó a practicarse como una respuesta contra insurgentes del Estado frente al surgimiento de las “guerrillas”. Centro Nacional de Memoria Histórica (2016), Hasta encontrarlos. El drama de la desaparición forzada en Colombia, Pag 19, CNMH, Bogotá.


El primer caso oficial de desaparición forzada en Colombia se reportó el 9 de septiembre del año 1977 en la ciudad de Barranquilla con Omaira Montoya Henao una bacterióloga de 30 años, egresada de la Universidad de Antioquia que militaba en el ELN y su compañero Mauricio Trujillo Uribe quienes fueron capturados por miembros del Servicio de Inteligencia (SIPEC) más conocido bajo la sigla F2, del Departamento de Policía Atlántico en el marco de un operativo de conjunto con la segunda Brigada del Ejército Nacional. Desde esa fecha Omaira Montoya Henao está desaparecida, mientras que su compañero Mauricio Trujillo Uribe, luego de ser torturado, fue puesto a disposición de un tribunal militar, procesado y condenado por el delito de rebelión.[2]


A partir de este hecho violento diversos actores armados legales e ilegales empiezan a aplicar esta modalidad de violencia para generar terror y para poder imponer su control en el territorio nacional, el problema de la desaparición forzada es el sufrimiento prolongado del desaparecido. Lo que dejo, lo que estaba haciendo, lo que haría al volver, el duelo e incertidumbre de la ausencia, el daño a la salud mental y las afectaciones del cuerpo de quienes están y no están.


Retomando el primer caso denunciado y reconocido públicamente en Colombia de Omaira Montoya Henao, el proceso de investigación se inició gracias a su familia y su compañero en ese entonces Mauricio Trujillo Uribe quien desde la cárcel después de ser condenado por rebelión, le enviaba denuncias a la Procuraduría en las cuales exigía respuestas del paradero de Omaira, tanto así que la entidad se vio en la obligación de abrir una investigación la cual paso por todas las autoridades del Estado Colombiano hasta llegar a la corte Internacional de los Derechos Humanos logrando por lo menos que el Estado reconociera que militares y policías habían detenido irregularmente a Omaira por ser comunista.


Ahora bien, la Constitución del 1886 establecía que “Los delitos cometidos por los militares en servicio activo y en relación con el mismo servicio, conocerán las cortes marciales o tribunales militares suscritas al Código Penal Militar, el cual también cobijaba a los miembros de la Policía Nacional”, (Diálogos con la ausencia, Consejo De Redacción, 2019) teniendo en cuenta lo anterior la mayoría de investigaciones y delitos ejercidos por los funcionarios de estas entidades públicas fueron considerados como actos del servicio, convirtiendo la violencia en una de las principales acciones de manipulación, control y poder en Colombia, generando por años un sinfín de impunidades y afectaciones a los derechos humanos y derecho internacional humanitario de la población Colombiana.


Por otro lado, en ese periodo presidencial se presentaron tantos enfrentamientos hacia la población civil que era muy difícil clasificar que tipo de agresión era y peor aún reconocer o confundir varias vulneraciones que anteriormente no habían sido tipificadas de manera formal en Colombia. También es importante aclarar que la mayoría de las víctimas eran comunistas, líderes sociales, periodistas o personas que hacían parte de partidos políticos de izquierda, así mismo ese tiempo en Colombia se convirtió en la era más fuerte del conflicto armado, político y social una época en la que se presentaron atentados, masacres, asesinatos masivos y selectivos entre grupos armados y la fuerza pública entre esos hechos como la toma del Palacio de Justicia.


Teniendo en cuenta que este hecho violento no se había considerado como un delito en Colombia, y cada vez más se publicaban desaparecidos especialmente estudiantes de la universidad distrital y nacional, las familias y víctimas directas e indirectas de estos hechos violentos empezaron a organizarse y crear diferentes organizaciones como el comité de Solidaridad con los presos políticos (1973), el Comité permanente por la defensa de los Derechos Humanos (1979), La Asociación de Familias de Detenidos Desparecidos ASFADES (1982), en enero de 1981 creo La Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos FEDEFAM con el objetivo de que se aprobara la convención Internacional contra la desaparición forzada en La Organización de los Estados Americanos OEA y la Organización de las Naciones Unidas ONU.


En 1987 el caso de Luis Fernando Lalinde Lalinde[3] de 26 años estudiante de Sociología en la Universidad Autónoma en Madelin fue el primer hecho de desaparición forzada en el que se pronunciaría la Comisión Interamericana De Derechos Humanos debido a la insistencia de la familia especialmente su progenitora la señora Fabiola Lalinde quien dedicó su vida por aclarar el crimen en contra su hijo, tanto así que fue recluida en la cárcel del Buen Pastor por un “montaje realizado por el ejército nacional” de presunto “narcotráfico”, después de unos días y gracias al apoyo de varias organizaciones la señora Fabiola quedo en libertad lista para continuar la búsqueda de su hijo por medio de la Operación Sirirí.


En mayo de 1992, la presión local e internacional logró que se hiciera una diligencia de exhumación en Riosucio (Caldas) Cuatro años después, en 1996, científicos de Estados Unidos confirmaron, con una exactitud de 99,99%, que los restos que se habían encontrado del supuesto alias Jacinto eran en verdad de Luis Fernando Lalinde. Se confirmaba la sospecha: fue torturado y vilmente asesinado por las fuerzas militares, tal y como lo afirma el documento de la CIDH de 1987. El 18 noviembre de 1996, luego de 4.428 días de búsqueda, la octava brigada del Ejército le entregó a Fabiola y su familia una caja de cartón que contenía el cráneo y sesenta y nueve huesos de Luis Fernando. (Uniandes, 2018)

Grafiti exigiendo la libertad de Luis Fernando. Foto: Laboratorio De Fuentes históricas Universidad Nacional de Colombia. (Uniandes, 2018).


En Octubre del 1988 se presenta el primer proyecto de Ley en el Congreso de la Republica para tipificar la desaparición forzada [4] esto debido a la presión de las múltiples organizaciones, familiares, victimas y defensores de derechos humanos. En 1990 después de un largo debate expertos de las Naciones Unidas presentaron varios informes al Estado Colombiano en el que recomendaban tipificar el delito de la desaparición forzada, crear una entidad que se dedicara a la búsqueda de desaparecidos y establecer un registro de personas detenidas por funcionarios públicos con la finalidad de evitar más violaciones de derechos humanos, sin embargo, esta propuesta no fue suficiente ya que se tuvieron que pasar 12 proyectos de ley más al congreso. En principio el avance más cercano fue el Articulo 12 fijado en la constitución del 1991 Nadie será sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes., en efecto el gobierno de Gaviria quienes tenían el poder en ese entonces contribuyo con dos aspectos fundamentales el primero fue impedir que ese delito fuera juzgado por tribunales militares, y no permitir que los culpables justificaran el delito involucrando la obediencia debida, posteriormente el Gobierno de Pastrana planteo una Política de Derechos Humanos que incluía la presentación de un proyecto de ley sobre desaparición forzada, en 1999 el congreso aprobó el proyecto, sin embargo en el 2000 se promulgo la Ley 598 por medio de la cual se tipifica el genocidio, la desaparición forzada, el desaparecimiento y la tortura, meses después el Código Penal lo establece en términos penales, dejando claridad en la tipificación de la desaparición, la intervención de la justicia ordinaria ante los agresores y la no justificación del delito por obediencia debida,


Esta ley permitió la creación del Mecanismo de la Búsqueda Urgente y la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas CBPD, sin embargo, a pesar de los grandes avances logrados no era suficiente ya que, como tal no había una entidad, autoridad o institución formal que atendiera estos casos y las organizaciones que tenían trayectoria en el tema no contaban con recursos para operar, intervenir y actuar en todo el territorio nacional ante más de 80.000 casos de desaparición. En esa lucha la CBPD desarrollo varios talleres en el Sistema de Información Red de Desaparecidos y Cadáveres SIRDEC quienes ayudaban a identificar pero no a buscar a los desaparecidos, por este motivo las familias, victimas, organizaciones, asociaciones y defensores de derechos humanos presentaron una propuesta en la Habana Cuba cuando se realizaba la negociación del Gobierno de Santos con las Farc-EP en la cual proponían que se creara un mecanismo que se dedicara a la búsqueda de los desparecidos, con la finalidad de que los entreguen en dignas condiciones, promulgado la verdad y la justicia. Finalmente fueron escuchados quedando de manera legal por medio del acuerdo Final firmado del 24 de noviembre del año 2016 la Creación de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas Por Desaparecidas UBPD [5] .


La UBPD ha reconocido el trabajo que por años realizaron víctimas, familias y organizaciones formales e informales frente a los múltiples hechos de desaparición en el país, la unidad ha permitido visibilizar estos archivos y darles un seguimiento, así mismo esta entidad ha permitido que varios actores que estuvieron inmersos en el conflicto armado puedan declarar y ayudar a buscar la verdad de cada una de las personas desparecidas. Así mismo en ese trayecto histórico frente a este tema se crearon muchas más organizaciones como El Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado y otros colectivos de personas que se unieron por años para encontrar a sus familiares desaparecidos.


En ese sentido la desaparición forzada de personas es la privación de la libertad de una o varias personas mediante cualquier forma (aprehensión, detención o secuestro), seguida de su ocultamiento, o de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o de dar cualquier información sobre la suerte o el paradero de esa persona, privándola así de los recursos y las garantías legales, este es un crimen de lesa humanidad cuando, entre otras características, los hechos se cometan de manera generalizada (multiplicidad de víctimas) osistemática. (Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), 2009)


Al debate por la ampliación de los responsables de la desaparición forzada se suma la introducción del término personas “dadas” por desaparecidas por hechos en el contexto y en razón del conflicto armado interno, el cual ha sido referido en los actuales procesos de negoción en La Habana y que, desde una postura humanitaria, reconoce a aquellas personas que aunque no se incluyen en el tipo penal como personas desaparecidas forzosamente sí se hallan desaparecidas y son buscadas por sus familiares o allegados, incluidos los combatientes que en desarrollo de las acciones bélicas hayan muerto y fueron enterrados sin identificación en fosas o en cementerios (Mesa de Conversaciones para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera en Colombia, 17 de octubre de 2015). (Centro Nacional de Memoria Histórica CNMH, 2016)


Es importante recordar que la Declaración sobre la Protección de todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas determinó que “las desapariciones forzadas afectan los valores más profundos de toda sociedad respetuosa de la primacía del derecho, de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, y que su práctica sistemática representa un crimen de lesa humanidad” (citado por CNMH, 2014- a, página 229).


Se aclara que la desaparición no se puede reducir a una definición en particular toda vez que cada caso, persona, contexto, territorio, familia, escenario, razón o forma del hecho violento es diferente, lo que sí es claro es que ocurrió de manera masiva en el territorio nacional tanto así que en su momento se tuvo que reconocer como uno de los tipos de violencia.


Si bien todo el contexto e historia y conceptos brindados anteriormente son relevantes para comprender y visibilizar el proceso de resistencia y justicia que por muchos años han realizado las víctimas de este crimen, donde el Estado, las redes sociales y cadenas de historias juegan un papel muy importante. En principio las familias empiezan a rastrear los últimos pasos o acciones de sus familiares, lugares, personas con las que hablaron, posibles riesgos que tuvieran, presuntos agresores, historias de otros desaparecidos con relatos similares, preguntar a las personas conocidas en su contexto, reportar ante alguna entidad que pudiera ayudar a buscar al desaparecido, activar ruta con la Unidad De Reacción Inmediata, Policía Nacional, Fiscalía General De La Nación, Hospitales, Cementerios, Fosas Comunes entre otros, ante estos reportes la mayoría de estas autoridades admirativas repetían el mismo discurso a las familias que manifestaban dicha situación como: “está de fiesta, se fue con una vieja/ o man, estaba metido en vainas raras y se fue, debe esperar 72 horas entre otros”, lo cual impedía que se iniciara una búsqueda inmediata, dándole tiempo al agresor de ocultar pruebas o eliminar cualquier tipo de vínculo con la desaparición.


En su momento al presentarse estas desapariciones de forma tan frecuente y masiva con perfiles similares en cuanto a la edad, ubicaciones territoriales, posturas sociales y políticas las familias generaron una alerta, empezando a crear redes de apoyo, búsquedas comunales y documentando a todo aquel que se desapareciera en Colombia.


Al principio algunos periódicos o medios de comunicación ayudaban con la publicación de estas personas desaparecidas, sin embargo al ser tan alta la demanda de solicitudes era imposible que pudieran publicar toda la información, así mismo podía ser peligroso que esas publicaciones pudieran ser aprovechadas por agresores para fomentar otros delitos como la extorción o secuestro, motivo por el cual varios medios dejaron de publicar dichas fotografías de desaparecidos, razón por la cual las familias tuvieron que crear otras formas de búsqueda usando otras estrategias de como las redes sociales, pegar carteles en su territorio desarrollar jornadas de búsqueda o movilizaciones[6] a favor de los desaparecidos con sus fotografías. Ahora bien, el delito es tan aterrador que muchas de estas familias fueron amenazadas, asesinadas, desplazadas forzadamente y exiliadas debido al alto riesgo que implicaba la búsqueda.


Es importante aclarar que lo más relevante de la búsqueda es encontrar la verdad de lo que paso ¿Quiénes fueron? ¿Por qué se lo llevaron? ¿Está vivo? ¿Dónde Está?, la mayoría de veces las víctimas de este crimen solamente exigían tener a sus familiares vivos, muertos, torturados o en las condiciones que fueran posibles, lo anterior refleja el panorama desolador que muchos viven aún, si aparece vivo se intenta recuperar el tiempo perdido, si está muy grave de salud se intenta garantizarle sus derechos y aportar a su recuperación, si aparece muerto encontrar sus restos completos, identificar el cuerpo y darle cristiana sepultura o realizar el protocolo fúnebre o de despedida que cada familia tenga según sus creencias, esto con la finalidad de que se acabe el calvario y la incertidumbre de no saber nada de poder despedirse, llorar, tener un duelo real sin especulaciones y soltar esa búsqueda así sea dura la noticia de la muerte, es un descanso saber que por lo menos en medio de esta tragedia se tuvo la oportunidad de encontrar a su ser querido, peor sería no encontrarlo, como muchas familias que aun buscan a sus desaparecidos.


Ahora bien factores como el olvido, el tiempo, los recuerdos son fundamentales en este proceso de búsqueda ya que tener la casa, la ropa, los objetos personales, escuchar la canción preferida, cocinar su alimentos preferidos, oler su ropa, recordar fechas, lugares de frecuencia, ver fotografías o cualquier acción que genere un sentimiento se convierte en un constante de incertidumbre de tortura al no saber nada, ni poder hacer un duelo al tener esperanza que de todo está bien y volverá aquella persona para que todo sea como antes. Finalmente, hasta que no aparezca aquel familiar la búsqueda es interminable y cada vez más se resiste ante esta lucha ya que en este proceso al conocer otras historias las ganas de encontrarlos se vuelven más fuerte. Muchos familiares después de muchos años aprenden a manejar su duelo, sin embargo, nunca se pierde la esperanza, así mismo muchos quedan suspendidos en vida desde aquel momento, dejando de lado su vida dándole prioridad a esta transgresión de encontrar al desaparecido o divagar de lo que podría ser, alternado su salud mental y estado de salud, varias generaciones han muerto esperando encontrar a sus hijos, esposos, hermanos, compañeros de lucha llevando con ellos la bandera de la búsqueda hasta el final.


Las afectaciones emocionales, físicas, mentales, sociales y políticas son interminables y diversas, esto de acuerdo al contexto en el que haya ocurrido la desaparición, desafortunadamente este crimen se fusiona con otros actos de violencia lo cual genera múltiples expectativas para el que está buscando “será que la violaron, lo estarán torturando, le habrán motilado alguna parte del cuerpo, lo estarán torturando, lo habrán asesinado”, al no saber nada, no tener pistas, el que busca se autoflagela con pensamientos, especulaciones, supuestos o se basa en otras teorías o historias de otras víctimas, es una situación que puede afectar a cada familiar, persona y comunidad de manera distinta, causando nuevas alteraciones o repetitivas afectaciones miedo, incertidumbre transgrediendo la agresión convirtiéndolos también en víctimas.


Dentro de la búsqueda había una dimensión clave para este proceso y eran los lugares en los que se ejercían estas torturas y desapariciones.


¿Qué entendemos por paisaje? Vivimos en un país que ha trivializado el significado de esa palabra, a tal punto que resulta frecuente escuchar a las personas referirse a él no para dar cuenta de algo importante, sino para señalar, en la mayoría de las ocasiones, algo insignificante. “Me volvió paisaje”, dicen los ignorados.

“Muchos conocen este puente, el Puente de La Holanda, el puente largo, pero muchos no conocen lo que pasó allí. En este puente mataban a la gente los paramilitares. Este es el río Guatapé. A los cadáveres los rajaban aquí [señalando la parte del tórax], luego los tiraban al río Guatapé y llegaban hasta la playa que estaba ahí cerquita, y se hundían, y quienes se alimentaban de ellos eran los peces. En varias ocasiones yo pescaba con la canoa ahí. Una de tantas veces, yo estaba con la canoa tranquilo cuando sentí que se enredó la canoa en la parte de atrás; cuando miré, era un muerto que ya estaba inflado, y yo miraba y miraba por debajo, y yo veía esos peces, ¡puf!, cogían carne por debajo y salían. Esto fue después de las hidroeléctricas, después del 2001” Osuna y Tijaro, 2018, p. 47 (Diálogos con la ausencia, Consejo De Redacción, 2019)


Desafortunadamente para hablar de desaparecidos debemos hablar del mapa de Colombia de sus lugares turísticos, reconocidos, desconocidos o escenarios estratégicos en el marco del conflicto armado, que hacen parte de las formas de violencia y están inmersos en el hecho violento facilitando en la mayoría de ocasiones la desaparición los ríos, hornos crematorios, cementerios, fosas comunes, ladrilleras, zonas selváticas, posos de ácidos y control de varios territorios en Colombia que reflejan en sus escenarios el dolor del desaparecido. El territorio es y fue un factor fundamental en la búsqueda, ya que, si se presume que la persona pudo haber sido desaparecida en algún espacio territorial particular por la presunta ubicación del agresor, esto permite que se investigue y se realicen excavaciones, exhumaciones, desentierros, cartografías del conflicto y análisis geográficos de la tortura con la finalidad de encontrar al desaparecido.


Según el Informe Hasta encontrarlos 2016. El drama de la desaparición forzada en Colombia, realizado por el Centro Nacional De Memoria Histórica, reporta una cifra de 60.630 víctimas de la desaparición forzada documentadas, así mismo registra la magnitud de afectados por año.

(Centro Nacional de Memoria Histórica CNMH, 2016) Hasta encontrarlos. El drama de la desaparición forzada en Colombia, CNMH, Bogotá.


Posteriormente se publica un informe llamado Desaparición Forzada Balance de la contribución del CNMH al esclarecimiento histórico en el año 2018 en el cual reportan que en el país por lo menos 80.000 personas han sido víctimas de desaparición forzada. Así mismo sobre los perpetradores, conocen que los grupos paramilitares fueron responsables del 46,1% de los casos registrados entre 1970 y el 2015 (un total de 13.562); las guerrillas, del 19,9% (5.849); los grupos posdesmovilización, del 8,8% (2.598) y los agentes del Estado, del 8% (2.368). Conocemos que este fenómeno se ha presentado en 1.010 municipios de los 1.115 del país, y que las regiones más afectadas son el Magdalena Medio, el oriente Antioqueño y el Valle de Aburrá. (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2018)


Ahora bien, Luz Marina Monzón, directora de la UBPD en el año 2019 brinda una entrevista al periódico el tiempo en la cual responde “Estamos haciendo un cálculo, con base en la información disponible, de más de 120.000 personas desaparecidas en Colombia. Hay diferentes fuentes. Este dato surge de la fuente más completa, desde el punto de vista de la Unidad que es el Centro Nacional de Memoria Histórica, que da cuenta de más de 83.000 personas desaparecidas forzadamente y más de 38.000 secuestrados. Por otro lado, el centro también da cuenta de más de 17.000 menores reclutados ilícitamente.”. (Periódico El Tiempo, 2019)


Según la Unidad de Victimas respecto al histórico de la inclusión en el Registro Único de Victimas por el hecho victimizarte de desaparición forzada, se encuentran incluidas un total de 185.180 víctimas, de las cuales, 50.408 son víctimas directas y 134.774 víctimas indirectas.


Por otra parte, es importante precisar que actualmente en la base de datos de la UBPD se integra información de fuentes externas provenientes de UARIV, Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (INMLCF), Registraduría Nacional del Estado Civil, Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC) y CNMH. Esta información es cruzada con el Registro de Solicitudes de Búsqueda para encontrar coincidencias entre los registros y poder complementar la información que se tiene sobre las personas dadas por desaparecidas. Una vez se depuran los cruces y se determina que una pareja de registros de diferentes fuentes corresponde a la misma persona, se genera la relación entre los registros y de esa manera se puede registrar en la base de datos de la UBPD, las categorías de información que se requieran y que provengan de la fuente externa. (Cancillería De Colombia, 2019)

(HREV, Human Rights Everywhere, 2019)


Teniendo en cuenta los reportes anteriores aún no se tiene del todo claro el porcentaje, cifra, estadística o número de personas desaparecidas en el marco del conflicto armado en Colombia, la búsqueda es imparable, sin embargo, en varios casos los archivos donde se reportaron la desaparición fueron quemados o escondidos por los perpetradores, con la finalidad de desaparecer el crimen, sin registros denuncias o archivos que demuestren el hecho violento no hay búsqueda, no hay desaparecidos, no hay culpable, desde la legalidad.


Debemos reflexionar que no son solo cifras plasmadas en un informe son vidas son 134.774 historias de personas que no llegaron a casa, que les quitaron su libertad, que posiblemente tenían hijos, esposas, mamás, hermanos, amigos, un trabajo, su casa, costumbres, sueños y les arrebataron o suspendieron la vida a ellos y a sus familias, debemos dejar de ver la estadística como un número más y desnaturalizar la violencia dejando de normalizar este tipo de crímenes que no son visibles si no para el que es víctima de la desaparición, al ser un hecho violento que no se ve, pasa desapercibido por la sociedad, volviéndose indiferente para muchos, dejando al frente de la búsqueda solo a los directamente involucrados y a aquellas entidades que trabajan en torno a estos temas.


Tanto las cifras como la búsqueda son imparables, cambiantes e inciertas puesto que las familias siguen en búsqueda de la verdad, las entidades siguen creando registros sobre este fenómeno y la gente sigue desapareciendo por múltiples razones, no en la magnitud que antes, pero sigue ocurriendo diariamente.


Después de tantos años de búsqueda el tiempo ha permitido que se conmemore, visibilice y hable de este tema, por ejemplo, anualmente se realizan diversas actividades para reconocer los derechos de las personas detenidas-desaparecidas y para solidarizarse con las personas que les buscan. Así mismo familias, colectivos y organizaciones operan diariamente en torno a la búsqueda, entrega digna, rituales de duelo y procesos de resistencia para los que están y no están, y para los que se mueren con la ilusión de encontrar a su ser querido, en ese sentido el arte, la música, los telares, el muralismo, las apuestas de teatro, cine, y procesos comunitarios han fortalecido estos escenarios de memoria en los cuales se hace un proceso de catarsis, sanación, y apoyo emocional por medio de estas metodologías, las cuales permiten que desnaturalicemos la desaparición permitiendo una perspectiva más amplia de lo que fue el conflicto armado en Colombia y las luchas históricas que se han generado en torno a la construcción de paz, justica, verdad, reparación y garantías de no repetición.


Algunas de las iniciativas que considero importante resaltar es la exposición MEMO Museo escolares de la memoria un proyecto educativo sobre el conflicto armado que tiene como propósito asegurar la comprensión de los estudiantes sobre el conflicto armado y sus múltiples realidades. Es una exposición la cual por medio de diversos objetos permiten vincular la historia de algunas de las víctimas que fueron retenidas, desaparecidas, torturadas y asesinadas en el marco del conflicto armado. La propuesta surge del departamento de sociales del colegio Los Nogales y la alianza educativa a través del colegio La Giralda, apoyado por la Dirección de Museo del Centro Nacional de Memoria Histórica, el MUSE se materializo dándole vida a aquellas historias perdidas, suspendidas en el tiempo las cuales se ven reflejadas por medio de estos objetos que se dejaron de usar en el momento en el que ocurre el hecho violento, esto genera un sentimiento y vínculo con la persona que ya no esta y una reflexión frente a lo que fue el conflicto armado y el compromiso que tenemos para reconstruir ese tejido social.


(Museo De Memoria De Colombia, 2019)


Memoria

Botella de Listerine utilizada por Beatriz Turbay. Secuestrada y torturada por guerrilleros del EPL.. Si entre todas las fotos de los objetos que se tienen en la pantalla se toca la de un frasco vacío de Listerine, lo que aparece es un fragmento de la historia de una mujer que había sido secuestrada por guerrilleros. Estos la sometieron a torturas y violencia sexual por casi cuatro meses. Como una medida desesperada, ella puso un papel con un mensaje de auxilio dentro de la botella que encontró en el baño que compartía con sus captores. Intentó lanzarla afuera a través de la claraboya con la esperanza de que algún vecino la encontrara. La maniobra le costó caro pues, en el intento, su soporte cedió y ella cayó. El papel no pasaba por el inodoro; tuvo que comérselo para que los guerrilleros no lo encontraran cuando entraron al baño. (070, 2015)


Otra de las iniciativas que se realizaron fue un mural de 20 metros en la Universidad Pedagógica como acto de resistencia por los estudiantes y profesores desaparecidos. Este proyecto memorialistico se articuló al seminario electivo, Pedagogías de la memoria: arte y construcción de paz, ofertado desde la Licenciatura en Psicología y Pedagogía para el primer semestre de 2016, esta apuesta artística logra generar un proceso de memoria individual, colectiva e histórica de nuestra realidad colombiana, generando un contacto directo con nuestro pasado, presente y futuro, permitiendo múltiples reflexiones y críticas en torno a lo que podemos hace como ciudadanos para transformar nuestro país en un lugar distinto en el que se pueda pensar diferente y hablar de derechos, sin ser condenado. (Alexander Aldana Bautista Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, Colombia, 2017)

Darío Betancourt Echeverry, asesinado a los 46 años: Se licenció en Ciencias Sociales en la Pedagógica y en Ciencias Económicas en la Universidad Libre, además de un magister en Historia de la Universidad Nacional y candidato a doctor en la escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Fue pionero en la investigación sobre la relación entre narcotráfico, paramilitares y política, particularmente en el Valle del Cauca. Su libro Rebuscadores, traquetos y narcos: historias sociales de la mafia del Valle del Cauca, expone cómo se fue configurando la mafia en esa región y cuenta cómo el grupo de ‘Los Mellizos’ heredó las rutas y el poderío del Cartel del Norte del Valle. Fue desaparecido y asesinado en Chocontá, Cundinamarca, en abril de 1998.


Es importante resaltar la importancia del arte en el proceso de memoria y protesta que surge cuando se busca a una persona desaparecida, permitiendo que la sociedad no se quede solo con el hecho violento o el crimen, si no que se reconozca todo lo que implica ser víctima exponiendo la experiencia desde la resistencia y el amor para la búsqueda, dándole lugar y voz a los que no están, permitiéndole un espacio a esa persona en esa lucha. Las calles están llenas de mensajes y expresiones que reflejan la sociedad en la que nos encontramos y la necesidad de expresar nuestro dolor y esperanza ante tantas situaciones desoladoras en el marco del conflicto armado y la violencia doméstica, los ríos y paisajes llenos de huellas, las paredes llenas de letreros exigiendo una respuesta o por lo menos generando escenarios de reflexión para aquellos que no están involucrados o desconocen las situaciones de violencia que se viven en Colombia y el mundo.


Si lo miles de millones de habitantes exigiéramos al tiempo que los que no están aparezcan de seguro ya sabríamos donde están los desaparecidos, pero como la lucha es de algunos este proceso de búsqueda se convierte en una contante causa que ha tenido grandes logros, pero aun es invisible para la sociedad colombiana. Nos falta empatía para comprender la magnitud de lo que fue el conflicto armado y lo que significa asumir como ciudadanos el proceso de paz, falta pedagogía para que estas causas se visibilicen más creando nuevos escenarios de memoria dejando de ver al desaparecido como una cifra transformándolo como un sujeto de derechos que merece ser escuchado, reconocido y reparado.


Hace unos meses surgió una iniciativa muy interesante que consistía en invitar a la población a leer una carta escrita por familiares de personas desaparecidas quienes les enviaban un mensaje a las victimas desde la resistencia, logrando generar empatía y visibilidad frente a lo que significa este crimen, se buscaba que varias personas leyeran la carta desde sus contextos con la finalidad de que en algún momento fueran escuchados, así mismo se hizo la invitación de que los ciudadanos que quisieran tener empatía con este tema, le escribieran unas palabras, mensaje o carta a alguna persona desaparecida y la leyeran en voz alta, dándole voz y reconocimiento a los que no están.


Ahora bien, desde la música y el arte no solo en Colombia si no en el mundo entero, se han creados varias apuestas entorno a la desaparición forzada, en esta ocasión considero importante resaltar el concierto de Roger Waters realizado el 28 de septiembre del año 2016 en el Foro Sol de la Ciudad de México, quien en pleno concierto leyó una carta dirigida al presidente Enrique Peña Nieto la cual decía:


"La última vez que toqué aquí, conocí a las familias de los jóvenes desaparecidos en México. Sus lágrimas se hicieron mías, pero las lágrimas no traerán de vuelta a sus hijos" ¡Señor presidente, más de 28.000 hombres, mujeres, niños y niñas han desaparecido, muchos de ellos durante su mandato desde 2012, ¿Dónde están?, ¿Qué les paso?" 'Renuncia ya' le dice Roger Waters a Peña Nieto, mientras vuela un cerdo gigante sobre el público con un mensaje claro y contundente que decía 'Fue el Estado', Nos faltan 43' y 'Vivos se los llevaron', algunas de las consignas que se gritan en las protestas realizadas en México para exigir la aparición con vida de 43 estudiantes desaparecidos hace dos años en el estado mexicano de Guerrero.

El mundo entero vive el terror de la desaparición forzada, por este motivo cualquier escenario se convierte en resistencia y memoria para los que no están, depende de nosotros darle vida a los que no están hasta encontrarlos. Entre más se visibilicen todas las apuestas que existen frente a este tema, más grandes son las resistencias y más alto sonaran las voces de quienes continúan la búsqueda.



“En una ocasión le pregunté a un compañero al que le

desaparecieron a su hijo, si cada noche pensaba qué había pasado con

él, cada noche, así como yo pensaba qué había pasado con Miguel

Ángel. De alguna manera me arrepentí de haberle hecho esa pregunta,

porque la respuesta que me dio fue dolorosa. Me dijo: Gloria, llevo 1107

noches pensando en 1107 muertes diferentes de mi hijo” (El baile rojo,

memoria de los silenciados)


[1] Estas fotografías de Álvaro Cardona forman parte de un proyecto para contar la historia de tres familias de la región fronteriza del Catatumbo, en Norte de Santander, que sufrieron la desaparición forzada de varios de sus familiares en medio de la oleada de violencia que azotó la región entre 1999 y 2004, cuando los paramilitares de Salvatore Mancuso se disputaban el control del territorio y el negocio de la coca con las Farc, el Eln y una facción del Epl. Cardona trabajó en el proyecto en 2011 y 2012 y el resultado le valió el Premio Nacional de Fotografía Colombo-Suizo, de la embajada de Suiza y el Ministerio de Cultura. Gracias al tiempo que permaneció allí y a la cercana relación que estableció con ellos y sus dolorosas historias, Cardona da vida a Padre, Hijo y Espíritu Armado: una serie fotográfica que conceptualiza y evidencia las cicatrices que el conflicto marcó en la vida, los rostros y el corazón de quienes fueron víctimas directas del conflicto nacional. Pero que también deja en evidencia que quienes fueron y son amados están donde se les recuerda y no donde los victimarios decidieron. Esta lectura que se deriva de la técnica usada por el periodista y fotógrafo manizalita, quien mezcló retratos actuales de quienes aún recuerdan a sus víctimas con fotografías atesoradas en sus álbumes familiares, logrando así que en cada una de las imágenes convivan presencias y ausencias, como ocurre realmente en la cotidianidad de los sobrevivientes. Por la calidad misma del trabajo y por ser una de las piezas periodísticas que de manera más contundente y sutil retrata la realidad de quienes enfrentan un destino marcado para siempre por el conflicto nacional, las imágenes que componen la serie de Cardona. Al ser uno de los memores ejemplos de recuperación de la memoria.


[2] Días antes, el 21 de agosto de ese año, un comando urbano del ELN había secuestrado en esa ciudad a Alonso Chaín Felfle. Se creía que Omaira y Mauricio se habían desplazado a Barranquilla para participar en el cobro del rescate por el secuestrado o que estaban allí por alguna misión relacionada con el paro cívico nacional programado para el 14 de septiembre. Montoya Henao y Trujillo Uribe fueron interceptados por agentes del Estado cuando se movilizaban por la carrera 44 con calle 72, en un vehículo Simca de color verde, con placas HU3833. Eran las 5:30 de la tarde de ese 9 de septiembre. Diferentes versiones que reposan en los expedientes abiertos por la Procuraduría y la Inspección General de la Policía ponen en evidencia que los dos intentaron huir a pie y que fueron capturados, con ayuda de dos agentes de tránsito que casualmente estaban en el lugar. Los subieron a una camioneta del F2 y los llevaron hacia una playa cercana donde los separaron. A Mauricio lo torturaron hasta perder el conocimiento. Cuando lo recobró, no volvió a ver a Omaira. Las torturas siguieron dos días más, hasta que el 11 de septiembre fue trasladado a la Estación de Policía de Soledad, donde estuvo recluido sin ser registrado en las minutas de la guardia. El 14 de septiembre fue trasladado a la Segunda Brigada en Barranquilla y puesto a disposición del Juzgado 14 de Instrucción Penal Militar. Fue juzgado en Consejo Verbal de Guerra por el delito de rebelión y condenado a siete años de cárcel. En el informe de su captura nunca se mencionó la detención de Montoya Henao. Desde entonces está desaparecida. CNMH, 2013, p. 34-35)


[3] El 2 de octubre de 1984, Luis Fernando Lalinde Lalinde salió de su casa, y nunca regresó. La lucha de Fabiola apenas comenzaba. Su hijo era un militante del Partido Comunista e integrante de la antigua guerrilla del Ejército Popular de Liberación – EPL. Un conjunto de grupos guerrilleros, entre ellos el mismo EPL, había comenzado diálogos de paz con el gobierno de Belisario Betancur, y se había, incluso, establecido un cese al fuego bilateral, el cual fue irrespetado por ambos bandos. Luis Fernando, entonces de 26 años, había viajado a la vereda Verdún, en el municipio de Jardín (Antioquia) y, según testigos, fue detenido por una patrulla del Ejército a las 5:30 de la mañana del 3 de octubre. Frente a la ausencia injustificada de su hijo, Fabiola pidió vacaciones en su trabajo y partió a buscarlo. Viajó a Bogotá y no obtuvo ninguna respuesta por parte del Gobierno ni de los militares. Fue entonces que volvió a Medellín y acudió al médico Héctor Abad Gómez, presidente del comité de derechos humanos de Antioquia. Con su ayuda, y luego de que la justicia colombiana le diera la espalda, el caso de Luis Fernando llegó a instancias internacionales. En 1987, cuando Abad Gómez ya había sido asesinado, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos condenó por primera vez en la historia al Estado colombiano por violación de derechos humanos: “arresto y posterior muerte”, dice la resolución N° 24/87 de la Comisión.


[4] El principal obstáculo de la desaparición forzada fue que los militares siempre negaron las desapariciones, diciendo que estas personas se habían vinculado a grupos armados, o eran personas que se evadían de sus residencias por cuestiones personales. (Diálogos Con La Ausencia, 2019)

[5] La UBPD hace parte junto a la Jurisdicción Especial Para La Paz, La Comisión de la verdad del sistema Integral de Verdad Justicia Reparación y no Repetición.


[6] El 4 de febrero de 1983, salieron por las calles de la capital en la primera marcha de los claveles blancos. “Allí se da a conocer públicamente Asfaddes y se sacan por primera vez en Colombia unos retablos con los rostros de estas personas, y se empiezan a gritar sus nombres y a exigir que nos los devuelvan vivos, porque vivos se los llevaron” (Consejo de Redacción, 2019)


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